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LA TELE

– Buenos días agentes

– Buenos días señora, dígame en qué podemos ayudarla.

– Solo quería hacerles una preguntita.

– Digame…

– ¿Sabe Vd. por qué no veo Ono en casa?

– Perdón…..

– ¿Que si sabe por que en casa no puedo ver la tele de pago desde ayer?

– Pues….., no señora, no sabemos por qué.

– ¿Pero a Vds. no les comunican estas cosas para que puedan informar a los ciudadanos?

– Pues no señora, desgraciadamente, no nos informan de eso.

– Pues vaya con la policía local, entonces ustedes, ¿para qué leches están?


PSICÓPATAS

La doctrina ha venido entendiendo como enfermedad mental tanto la psicosis como la neurosis, la primera con una base orgánica  conocida y la segunda como reacción vivencial anómala. La diferencia básica entre ambas se establecía en función de si el individuo era consciente o no de que padecía una problema mental. El neurótico si comprende ese padecimiento, mientras el psicótico presenta un deterioro en su percepción de la realidad.

La mayoría de especialistas coinciden en que la psicopatía no es reconducible a ninguna de estas categorías y por tanto no es una enfermedad mental. El psicópata no presenta deterioro en su percepción de la realidad, pero tampoco sufre ansiedad o angustia por su condición de tal.

Existe la creencia popular errónea de que todos los psicópatas son criminales o asesinos en serie. Nada mas lejos de la realidad, existe un determinado tipo de psicópatas plenamente integrados que pasan por personas totalmente normales. Fuera de los hospitales y de las cárceles, los psicópatas son muy difíciles de identificar.

Vicente Garrido en su obra “El Psicópata. Un camaleón en la sociedad actual”, señala que el rol de líder y de ejecutivo es muy atractivo para un psicópata. Según este autor, además de un buen salario, estos puestos dan mucho poder y permiten un amplio margen de acción. Así es en las organizaciones, tanto públicas como privadas, donde el psicópata encuentra un campo abonado para conseguir sus propósitos.

Estos psicópatas “integrados” suelen presentar el siguiente perfil:

Tienen una gran locuacidad y encanto superficial. Son capaces de hablar de temas sobre los que no tienen ninguna formación. Fábulan e inventan historias falsas en las que siempre quedan bien.

Tienen una autoestima muy elevada, son egocéntricos y narcisistas. Se creen el centro del universo, son seres superiores. Son arrogantes, dominantes y están plenamente seguros de todo lo que dicen.

No muestran signos de remordimiento o sentimientos de culpa. No les preocupa en absoluto los efectos de sus actos en los demás. Tienen cierta incapacidad para ponerse en el lugar de los demás, excepto en un sentido meramente intelectual.

Mienten, engañan y manipulan y, si son descubiertos en alguna de sus maniobras, no sienten el menor apuro, simplemente cambian su historia.

Presentan una apariencia fría y distante. Procuran que los demás hagan el trabajo sucio eludiendo sus responsabilidades sin ningún atisbo de culpabilidad. Es lo que ellos llaman “delegación de responsabilidades”.

El era así, tal y como se ha descrito, un psicópata integrado, un auténtico camaleón. Puso todo su vital empeño en conseguir un puesto importante y finalmente lo consiguió. Hubiera vendido su alma al diablo si se le hubiera pedido para conseguirlo y puede que la vendiera. Le acompañaba un halo de profesional cualificado, capaz de afrontar los mayores retos que pudieran presentarse. Su historia, su procedencia profesional, su alcurnia, su saber estar, su capacidad para convencer, su predisposición, su locuacidad, debió coadyuvar a que fuera elegido de entre los tres pretendientes al puesto. Las alternativas, no obstante, le allanaron el terreno. A uno no hay quien lo recuerde, quedó perdido para siempre en las brumas de las justas. Al otro lo conocíamos como “El Loco” y ciertamente era un perturbado de atar, capaz de las mayores salvajadas.

El era la mejor opción, todos estuvimos de acuerdo. Era joven, elegante, bien plantado, se mostraba encantador y con un fino talante democrático. Sin duda la mejor opción en un momento en el que, muy posiblemente, cualquier cambio hubiera sido bien recibido.


LA VALLA ROJA

Según contó, al salir de una curva se encontró con una bonita valla roja cerrándole el paso y, como la impenetrabilidad de los cuerpos duros y contundentes es, a día de hoy, una ley insoslayable, se dio de morros con ella. Afortunadamente hasta las partes mas vulnerables supieron resistir el embate y la valla no paso a formar parte del mobiliario móvil del habitáculo. La historia solo quedó en un buen susto y en una mutua transferencia cromática. La parte anterior del vehículo luce desde ese momento un juego iridiscente de color, desde el gris plata original al rojo morcillón, que la valla dejó como recuerdo del encuentro. Como el carmín testigo del beso.

Quien tuvo la feliz idea de poner la bonita valla roja en el centro del carril, quizás no reparó en que no todos los conductores están lo suficientemente adiestrados en la conducción en condiciones de estrés circulatorio y que no todos son capaces de salvar un obstáculo no esperado.

Ahora, seguramente, la propietaria de la bermellona valla, osea la administración responsable de la vía, tendrá que acoquinar y hacer frente a los gastos de desmaquillaje del vehículo. (Y digo seguramente porque en esto de la responsabilidad, ………ya se sabe).