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DIÓGENES

 

Diógenes no es plenamente un tipo desgarbado, no le acompaña el mejor aire, pero si una buena disposición de cuerpo y un cierto desaliño, digamos que involuntario. Enjuto, alto como mandan los reglamentos, abigotado y justamente aseado. Tiene un caracter afable y cierta facilidad para el trato con compañeros y ciudadanos -a los que con reiteración califica de clientes-, es considerado y educado, siempre parece estar dispuesto a ayudar al que lo necesite y a solucionar cualquier problema que se presente. A primera vista diriamos que es un tipo normal. Al menos lo parece. Entró en la policía hace ya algunos años, por lo que no se le puede negar cierta experiencia, que no ha dudado en ampliar mediante el reciclaje.

A Diógenes le gusta acaparar y ser un poco el centro de atención. No duda ni por un instante en estar siempre en la cresta de la ola. Allí donde haya algún cocimiento, el quiere ser el cocinero, el pinche, el mâitre y el camarero. Su afición por el aparecer en todos los saraos la tiene tan desarrollada, que no duda, y además considera necesario para el buen fin de cualquier historia, en ponerse en primera línea, siempre que eso le reporte algún reconocimiento, algún premio o simplemente sirva para sacar una sonrisa de agradecimiento de alguno de sus jefes o vasallos. En esto no hace uso de convencionalismos. Para él lo importante siempre es el resultado y la satisfación de los «clientes» y por ello cree que siempre es necesaria su intervención.

Se siente, con no poca razón, infalible e insustituible. Nada puede ser igual en su ausencia y por ello trata de poner remedio por todos los medios a su alcance y tiene cierta habilidad para ello. Si algún o algunos compañero/os, por ejemplo, realizan casualmente o por constancia alguna intervención de las llamadas meritorias, Diógenes, que nunca pierde puntal, se las apañará para aparecer entre los que hayan logrado la hazaña. Será el que más arrojo haya demostrado, el que haya descubierto todo el desaguisado, el que haya puesto la primera mano, quien haya decidido las estrategias seguidas y por seguir, será el instructor y el secretario, será el que cuente con pelos y señales la intervención y no será, además, el detenido o el imputado por aquello de que siempre hay que guardar ciertas formalidades y no es aconsejable hacer algo que induzca a los demás a confundirte con los del otro lado.

Siempre hizo gala de que el puesto primero y los sucesivos ascensos los ganó a pulso y por méritos propios e intransferibles, aún cuando es insistente el rumor de que ya lleva gastados en su empeño varios miles de euros. Pero sólo es un rumor, al que Diógenes hace oídos sordos. Todo se debe a la envidia, le gusta decir, convencido de todo.