La Justicia, como principio orientador de cualquier organización o sistema social, exige que, en la atribución de funciones, se atienda, por encima de cualquier otra consideración, a la habilidad de cada candidato para conseguir un mayor grado de eficiencia; exige que, en la selección para ocupar cargos públicos se tenga en cuenta la aptitud, capacidad y conocimientos para desempeñarlos eficazmente, y, exige que en la distribución de honores y recompensas se valoren, especial y significativamente, los méritos contraídos.
Para el mantenimiento del equilibrio de las relaciones sociales que se generan en el seno de los entes colectivos organizados, entre la propia organización y sus miembros o estos entre sí, se hace necesaria la existencia de un sistema de responsabilidad para exigir el cumplimiento de las obligaciones, a la vez que, se hace necesaria la existencia de un procedimiento de distribución de honores y recompensas. Tanto la imposición de deberes o cargas, como la atribución de derechos, contribuyen al funcionamiento eficiente de la organización social.
Cualquier miembro activo de la organización se encontrará obligado a cumplir con los deberes impuestos por su mera pertenencia al grupo y, a la vez, legitimado para exigir el reconocimiento de sus merecimientos, todo ello bajo el prisma orientador de lo justo en cada caso.
El procedimiento de concesión de distinciones, de recompensas o de condecoraciones por méritos profesionales debe estar, también, inspirado en el principio organizativo de la Justicia. Los criterios que se valoren y tengan en cuenta debieran ser total y absolutamente objetivos. La dificultad para la apreciación de lo justo, no obstante, la encontraremos, no en los propios criterios, que pueden ser mas o menos objetivos y que, en cualquier caso, serán norma común, sino en su valoración. Toda valoración lleva implícita una amplia carga de subjetividad.
Existen múltiples peligros que amenazan y atenazan la justicia en la distribución de recompensas profesionales y que devalúan su significado. Así por ejemplo, la casualidad, que hace que sea reconocido, no el mérito objetivo, sino las circunstancias que hacen que el hecho meritorio sea conocido y tenga algún tipo de trascendencia pública, es decir, que el hecho sea observado por quien tiene el poder de impulsar el proceso de reconocimiento. También, la oportunidad, que orienta el reconocimiento de actos realizados por un sector de la población que «necesita» un impulso en su proyección social. También, por ejemplo, el intercambio institucional, por el que se conceden y reconocen honores y recompensas a determinadas personalidades que, muy posiblemente, el único mérito contraído sea o haya sido estar u ocupar un puesto de responsabilidad en alguna otra institución hermana, (tu has merecido nuestra distinción para que mañana sea yo el merecedor de vuestra distinción)(Simple y burdo coleccionismo de medallas).
Otros peligros, a los que hay que prestar la debida atención desde todos los sectores, manan de la propia condición humana, de sus miserias, de sus bajezas, del lado oscuro que posiblemente todos llevemos dentro. Para obtener un inmerecido reconocimiento, hay quien puede llegar a mentir y engañar; a usurpar; se pude llegar a plagiar; se puede llegar a hurtar el merecimiento ajeno; se puede llegar a vilipendiar; a injuriar y calumniar; se puede llegar a destruir; a desacreditar; se puede llegar a pisotear derechos ajenos; se puede llegar a cometer las mayores vilezas imaginables. Todos podemos haber sido, en algún momento, testigos de ello.
El propio sistema debería contar con adecuados mecanismos de control que limiten o restrinjan el acceso al sistema de distribución de distinciones a esos personajes, que sin escrúpulos y cargados de mediocridad, están siempre dispuestos a dar una vuelta más de tuerca para alcanzar el triunfo, a toda costa y a cualquier precio…..ajeno. Dispuestos y ahítos por llenar el saco sin fondo de sus desmedidas ambiciones. Dispuestos a medrar.
Todos deberíamos velar activamente por la justicia y por el equilibrio de nuestra estructura organizativa, impulsando, desde nuestra respectiva responsabilidad, la objetividad en el proceso de distribución de recompensas y honores, y, aislando y señalando a los que lo desvirtúan