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PEDRO, POLICÍA LOCAL DE ARROYO DE SAN SERVÁN

Para quien no lo sepa Pedro José Torrado es el policía local de Arroyo de San Serván (Badajoz), que hace unos día liberó a una niña de 14 años que había sido raptada y obligada a prostituirse. La menor, según parece, procedía de un barrio lujoso de Madrid y se enamoró de un joven rumano, quien, por más señas, se dedicaba a robar coches. La menor fue obligada a prostituirse y así ha permanecido durante más de dos meses.

Tras la intervención de Pedro, trece personas fueron detenidas por la guardia civil acusados de detención ilegal, extorsión y exploración sexual. De entre los detenidos siete son miembros de la familia rumana que la había raptado y otros cinco vecinos del pueblo, entre ellos, el juez de paz y, según parece, un concejal de Izquierda Unida, quien tras ser detenido y puesto en libertad con cargos, se quitó la vida pegándose un tiro en la cabeza con una escopeta de caza. Toda una sórdida historia que ha acaparado la atención de los medios de comunicación de todo el país.

El calvario que ha debido sufrir la menor es difícilmente imaginable. Fue engañada por su “novio” rumano, a quien, según la información facilitada por los medios de comunicación, conoció en la calle, se encaprichó de él y, tras varios encuentros, la convenció para que le acompañara hasta el pueblo. El joven rumano y su familia la sometieron malos tratos y todo apunta a que fue ofrecida sexualmente los vecinos del pueblo por treinta o cincuenta euros durante casi tres meses. Y todo ello con el desconocimiento de una parte de la población, la complicidad de otra parte y el silencio de la mayoría. Ni el ayuntamiento sabia nada, ni la guardia civil, ni la jueza que investiga el caso, ni nadie.

Fue únicamente Pedro quien decidió tomar cartas en el asunto y, tras tener noticias de lo que estaba ocurriendo, acabó con el cautiverio de la menor liberándola. Pedro había conseguido localizar el paradero de la niña gracias a sus confidentes. Tras ser rescatada, Pedro la entregó a la Guardia Civil y posteriormente fue trasladada a un centro de menores de Montijo, donde pudo contactar por primera vez con sus padres. “Era una niña de 14 años que aparentaba tener 12. Delgadita, muy poquita cosa, asustada y estaba muy débil. Intenté tranquilizarla”. Contaba el policía Pedro en días posteriores.

A pesar de la escabrosidad de la historia, parecía que se prometía un final feliz. Pero no fue así. Pedro, nuestro personaje, el autor de la liberación de la niña y que unos día antes era considerado un héroe por su acción, fue detenido el día de nochebuena por la Guardia Civil.

Ha sido acusado de un delito de infidelidad en la custodia de documentos, es decir, se le acusa de haber filtrado información confidencial a la prensa sobre el rescate de la niña, después de que la jueza de instrucción de Montijo decretara el secreto del sumario para proteger a la menor.

Realmente es difícil comprender determinadas cosas. No parece lógico que la única persona que tuvo la iniciativa para rescatar a la niña, con mejor o peor criterio, pero con absoluto éxito, se encuentre ahora incurso en una acusación por revelar supuestos «datos» confidenciales, cuando en este país, si de algo podemos sentirnos especialmente «orgullosos» es precisamente de que la opinión publica conoce detalles de determinadas investigaciones declaradas secretas por los respectivos jueces, antes incluso que los propios investigados o imputados y de que los casos más aberrantes ocurridos en los últimos años se han ventilados en las tertulias televisivas sin que nadie haya hecho absolutamente nada para remediarlo. Es realmente chocante que en un primer momento los acontecimientos tuvieran como centro de atención lo realmente importante de la historia, que no es ni más ni menos que la liberación de la menor, y que se haya desviado el punto de atención hacia la persona que efectivamente ha propiciado que esa historia tuviera un final razonablemente feliz, pero no precisamente para reconocerle su acción, sino para todo lo contrario.

Pedro fue detenido en nochebuena, como un vulgar delincuente. No podían haber esperado a otro momento más oportuno. Ni su condición de agente de la autoridad, ni su entrega al realizar un más que meritorio servicio a la sociedad, ni que es una persona muy conocida en el pueblo, fueron tenidos en cuenta por los agentes de la Guardia Civil que procedieron a su detención, a pesar de que no existieran indicios de que Pedro pretendiera eludir la acción de la justicia, en el supuesto de que sus declaraciones hubieran perjudicado de alguna forma la investigación, y a pesar de que esa investigación y las posteriores detenciones no se habrían iniciado si no hubiera sido por la intervención de Pedro (al menos es probable que los hechos hubieran tardado más en conocerse y se habría prolongado el sufrimiento de la menor).

La esposa de Pedro apunta que la iniciativa de la detención no partió de la jueza, sino de la Guardia Civil, aunque aquella ha tomado la denuncia en consideración, y en algunos foros se apunta a rencillas personales. No lo sé, supongo que eso se aclarará en las próximas semanas.

Lo que si parece cierto, al menos así parece publicado en facebook, es que Pedro viene denunciando desde hace algún tiempo acoso laboral en su trabajo.


¿QUÉ HACE LA POLICÍA LOCAL?


Allá por el mes de mayo de 2007 tuve la oportunidad de escribir una especie de artículo sobre lo que hace la policía local, porque entendía que la labor real de las policías locales era desconocida por el común de los ciudadanos. El escrito en cuestión lo reproduzco a continuación.

Cuando han pasado caso tres años de aquel escrito, el trabajo de la policía sigue siendo igual de desconocido que lo era entonces. Poco ha cambiado al respecto y lo poco que ha variado no ha sido precisamente para mejorar la imagen de estos colectivos, todo lo contrario. Hoy se puede decir que, salvo excepciones, la imagen general de las policías locales pasa por uno de los peores momentos de su historia. A ello ha contribuido, por una parte, la propia actitud de un reducido número de funcionarios que, en lugar de abandonar determinados tics, que para nada contribuían a dar la mejor imagen, han optado, con su comportamiento y gestos, en incidir en ellos.

En algunos casos, esa actitud de unos pocos funcionarios, no solo no es corregida, sino que en muchas ocasiones es alentada desde la propia institución de la que dependen. Así, o se carga más el acento sobre la cantidad que sobre la calidad de los servicios; o se trata de ampliar parcelas de intervención invadiendo espacios que hasta ahora estaban reservados a otros cuerpos policiales, sin prestar la debida atención de los propios espacios o al menos desatendiéndolos de forma evidente y en otros casos evidencia una falta de organización efectiva del servicio. Se ha entrado en una carrera por el número. Lo importante es la estadística mensual o anual y hacia ahí se orienta la organización y programación de los servicios. Además, los efectos perniciosos de determinadas actitudes no son contrarrestadas con campañas mediáticas adecuadas. Una noticia que ponga en entredicho la imagen de la policía local, será vista, transmitida y retransmitida incontables veces, mientras que el trabajo callado del día a día no será dado a conocer, por falta de interés de los órganos decisorios de la institución o de los propios medios de comunicación. Que todo vaya bien, o casi bien, no vende o vende poco.

A pesar de todo, no todo está perdido. Aún permanece una mayoría, las más de las veces silenciosa, que día a día demuestra su buen hacer, su predisposición, su actitud de servicio hacia el ciudadano y su deseo de prestar un servicio de calidad, que pueda ser conocido y reconocido por los ciudadanos, a pesar de que jamás será plenamente entendida una labor que, en muchas ocasiones, tiene como oponente al propio ciudadano.

Mayo de 2007

Es difícil encontrar una institución que sea a la vez tan cercana al ciudadano y que haya sido tan poco tratada y sea tan desconocida para el común de los mortales como es la policía local. A ningún profesional de este medio se le escapa que los ciudadanos tienen una imagen del policía local que, o bien es policía chulesco y represor que, en el mejor de los casos, con bolígrafo y talonario en mano, contribuye a colmar el ansia recaudatoria, nunca plenamente satisfecha, de la administración para la que presta sus servicios, o bien es un guardia torpón que normalmente es el último en enterarse de lo que ocurre a su alrededor y que siempre está tratando de escabullirse de sus responsabilidades.

Los medios de comunicación, fundamentalmente la televisión, han contribuido de manera notoria a dar esa desfigurada imagen del policía local, especialmente cuando en alguna serie televisiva han incorporado a policías como personajes de ficción que no suelen destacar por sus virtudes positivas. Ahí tenemos como ejemplo divertidas series de ficción que han cosechado un gran éxito de público, en las que el policía aparece como un necio simplón, al que hay que repetirle hasta la saciedad hacía donde tiene que empujar para conseguir abrir una puerta o que siempre se encuentra sumido en enredos y ante problemas que su cortedad de luces no le permiten afrontar con naturalidad, o que responde de forma desmedida ante situaciones inverosímiles o que se pasa el servicio mano sobre mano en el bar despellejando, ante una birra, a todo bicho viviente.

Si buscamos una explicación a esta situación, que no podemos considerar satisfactoria, podríamos encontrarnos con algunas causas ajenas a la propia institución como en el caso mencionado, pero otras, las mas, tienen mucho que ver con la escasa capacidad que tienen los cuerpos de policía local para dar a conocer cuales son las funciones concretas que cumplen cotidianamente y que el ordenamiento jurídico les asigna y para transmitir una imagen positiva al conjunto de la sociedad, debido quizás, entre otras razones no menos importantes, a que los responsables políticos, que deberían ser los primeros llamados en llevar a buen puerto esta importante misión, en su lugar suelen hacer uso de la policía para materializar sus intereses partidistas sin importarles excesivamente la imagen que, entre la ciudadanía, pueda tener la institución.

Los ciudadanos suelen desconocer que los objetivos de la policía, también evidentemente de la policía local, en una sociedad democrática donde rige el principio de legalidad, consisten, fundamentalmente, en garantizar el mantenimiento de la tranquilidad pública, el respeto de la ley y del orden de la sociedad; en proteger y respetar las libertades y derechos fundamentales consagrados en la Constitución y en el Convenio Europeo de Derechos Humanos; en prevenir y combatir la delincuencia y, en facilitar asistencia y servicios a los ciudadanos, y que para conseguir estos objetivos la ley ha diseñado un modelo policial en el que a los distintos cuerpos de policía, en sus respectivos ámbitos territoriales de actuación, se les ha asignado unas determinadas funciones, unas con carácter exclusivo y otras compartidas bajo los principios de colaboración y cooperación recíproca entre las distintas administraciones públicas.

Así la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de 1986 asignó a las policías locales, entre otras, las funciones de protección de las autoridades de las corporaciones locales y la vigilancia y custodia de sus edificios e instalaciones; ordenar, señalizar y dirigir el tráfico dentro del casco de las poblaciones; instruir atestados por accidentes de tráfico ocurridos en vías urbanas y prestación de auxilio en casos de accidentes, catástrofes o calamidades públicas; la de policía administrativa en cuanto a las ordenanzas y bandos y demás disposiciones municipales; participar con el carácter de colaborador en las funciones de policía judicial; efectuar diligencias de prevención y cuantas actuaciones tiendan a la evitación de actos delictivos, dentro del marco de colaboración establecido en las Juntas Locales de Seguridad; vigilar los espacios públicos y colaborar con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y de las Comunidades Autónomas en la protección de las manifestaciones y el mantenimiento del orden en grandes concentraciones humanas y cooperar en la resolución de conflictos privados cuando fueran requeridos para ello.

A estas funciones genéricas, la Ley de Coordinación de la Policía Local de Andalucía ha añadido la vigilancia del cumplimiento de las disposiciones y ordenes singulares dictadas por la Comunidad Autónoma; vigilancia y protección de personas, órganos, edificios, establecimientos y dependencias de la Comunidad Autónoma y de sus entes instrumentales; la inspección de actividades sometidas a la ordenación o disciplina de la Comunidad Autónoma, denunciando toda actividad ilícita y el uso de la coacción en orden a la ejecución forzosa de los actos y disposiciones de la propia Comunidad Autónoma.

A todas estas funciones, muchas de ellas desconocidas por el ciudadano, se ha venido a añadir una ampliación de las funciones de policía judicial, en cuanto a las faltas y algunos delitos menos graves, por obra de un acuerdo de colaboración entre la Federación Española de Municipios y Provincias y el Ministerio del Interior. Ampliación de funciones en este ámbito que se hacía obligada debido a la creciente demanda ciudadana y a la necesidad de una mayor especialización y dedicación de los distintos cuerpos de policía para afrontar los nuevos retos que supone la delincuencia internacional y la delincuencia organizada.

Sirva este primer artículo como un primer paso que contribuya a ofrecer una imagen, en este momento general, de la policía local que realmente se corresponda con el trabajo que cotidianamente viene desarrollando en cumplimiento a las funciones que tiene encomendadas y que se han mencionado. En próximos artículos trataré de mostrar cual es realmente ese trabajo cotidiano que no es conocido o que en muchas ocasiones no es suficientemente bien comprendido.


ABUSOS DE AUTORIDAD

A raíz de una una noticia aparecida en un periódico digital, allá por octubre de 2007, sobre la denuncia presentada por un médico contra dos agentes de la policía local por abuso de autoridad, se inició un frenético debate entre los lectores que ha llegado hasta fechas muy recientes. Bueno, llamar frenético al debate es una licencia que me permito, ya que en más de dos años se han producido treinta y nueve intervenciones de los lectores, lo que nos da una media de 1,39 comentarios al mes.

Éste, el de los abusos de autoridad de los agentes de policía, especialmente de la policía local, es un tema recurrente que se repite constantemente en cualquier medio escrito, especialmente en los portales informativos de internet que facilitan a los lectores la posibilidad de comentar las noticias. La singularidad en este caso es que, un hecho anecdótico ocurrido hace más de dos años, se convierte así en un tema de discusión que se prolonga indefinidamente en el tiempo, como si hubiera un interés especial en mantener candente un tema como este, que no pasó de ser, eso, una simple anécdota en un océano de intervenciones policiales.

Uno de los últimos comentaristas contaba que había dejado su vehículo estacionado en doble fila en una calle del pueblo  en el que trabaja. En ese instante se acerca un policía local no conocido por el comentarista, quien, sin tan siquiera saludar, le pregunta, a bocajarro, si conoce la señal y añade, a continuación, que está harto de gente como él y le conmina de malas maneras a que quite el vehículo de donde lo había dejado estacionado. La multa no se la llegó a poner, el policía se la perdonó por esa vez. A pesar de ello, lo que más indignó al comentarista fue que el agente pasó de denunciar a una furgoneta que estaba estacionada más adelante y en la misma situación.

-“Por Dios, qué y dónde enseñan a esta gente, a ver si sabe lo que es la prevaricación por omisión, el abuso de autoridad y los buenos modales. A mi quien me tiene que perdonar es mi padre y no él. Que llegue, me diga buenas noches, ¿sabe usted que esta estacionado en un lugar prohibido?, me clave 90 euros, me ayude a reincorporarme a la circulación y luego se vaya a perdonarle la vida a sus hijos.

– Es curioso lo que dices refiriendote a los policías locales: «¿que le ensañan a esta gente?. Yo te lo contesto, a «esta gente» les enseñan lo mismo que le enseñan a cualquier agente de policía de este país. Que haya un maleducado en la policía local de un pueblo no te da derecho a preguntar eso de «qué le enseñan a esta gente».

Algunos creen que la buena educación es deficiente en unos cuerpos de seguridad y esplendida en otros. Como si la buena educación dependiera del uniforme que se viste, cuando lo cierto es que hay impresentables en todos los cuerpos y en todas las profesiones. Si algo justifica, si es que admitiera justificación este tipo de cosas, sería el tratar de entender que los municipales tienen un trato cotidiano con los ciudadanos (son los que ponen multas en los pueblos y en las ciudades) seguramente mayor que en otros cuerpos y eso genera roces y enfrentamientos constantes y, por tanto, mayores probabilidades que este tipo de comportamientos se presente.

El problema, el gran problema y la clave de bóveda, está en la generalización, entre otras cosas porque cuando se generaliza se está cometiendo una auténtica injusticia. Alguien que no haya estado presente en un hecho concreto lo tiene complicado para realizar comentarios que aporten algo de luz y, en la mayoría de las ocasiones, solo dispondremos de la versión que ofrezca el ciudadano que haya pasado por uno de estos tragos y que encuentra en estos foros una válvula de escape a su indignación.

Así es, indeseables hay en todas las profesiones y esto, que es una obviedad, parece ser que hay que estar repitiéndolo constantemente cuando se habla de la policía local. Parece como si hubiera que estar justificando algo que no hay que justificar, por ser un hecho evidente que nos afecta o nos puede afectar a todos y en cualquier ámbito laboral.

La prepotencia y determinadas formas no correctas de dirigirse al ciudadano tiene su origen y va con el carácter y la educación de cada cual, y esa “educación” no es absoluta, es decir, no es se tiene o se carece de educación, sino que el comportamiento de cada uno, la respuesta que se da en cada momento depende muy mucho de las circunstancias de cada momento. Una de esas circunstancias, que se dan o se pueden dar, es el trato continuo con la población (no estoy hablando del trato con delincuentes sino del trato con ciudadanos corrientes). No tiene nada que ver, en absoluto, la multa impuesta a un conductor en una carretera, donde únicamente suelen encontrarse el guardia y el conductor; con la multa impuesta en una calle concurrida de cualquier pueblo o ciudad, donde además del guardia y el conductor suelen estar presentes curiosos, gente loquita por sacar una foto o un video de la intervención, gente que le gusta entrometerse en todo, etc. En el primer escenario, el conductor normalmente (no siempre será así) tratará de comportarse con la mayor educación posible por encontrarse entre comillas “indefenso” y un poco a merced de las circunstancias. En el segundo escenario, el público espectador muy probablemente hará o facilitará que el conductor se crezca y monte un pollo amparándose en el apoyo que posiblemente encuentre entre los espectadores. Son dos escenarios totalmente distintos que van a condicionar tanto el comportamiento del conductor como del agente.

El policía no solo está para poner multas, también puede y debe cumplir una función pedagógica (función que también puede cumplir la multa). Por tanto, si en lugar de denunciar, te advierte de que ese comportamiento no es correcto, pero que no te va a denunciar por esta vez, creo que cumple con esa labor pedagógica.

Las generalizaciones son injustas y cuando alguien se pregunta: “¿pero que le enseñan a esta gente?”, está cayendo en una generalización injusta. Hoy en día, al menos en Andalucía, los miembros de las policías locales reciben una formación básica adecuada. Para ser policía local no solo es necesario tener bachiller superior o equivalente y aprobar la oposición, sino que el candidato a policía deberá pasar 9 meses de formación en la Escuela de Seguridad Pública.  Pero la formación no garantiza la educación y el trato correcto.