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VOLVER A LA RUTINA

Mañana vuelvo al trabajo. Ya está decidido. En esto hay poco que discutir. Se te acaban las vacaciones y la rutina te espera con los brazos abiertos, como si no pudiera pasar sin ti.

Bueno, lo cierto es que solo se acaba un periodo de vacaciones, aún quedan más por disfrutar. Ya el año pasado Q y yo decidimos que, ya que teníamos esa opción, las vacaciones las cogeríamos en días sueltos. Haciendo cuentas ganábamos medio mes más de descanso, así que sería de tontos no aprovecharlo.

Volver no solo significa reencontrarte con tus compañeros, a los que en algunos casos puede que hayas echado de menos, sino volver a tomar el pulso a la realidad cotidiana: los accidentes de tráfico, los heridos, las declaraciones de unos y otros, los conductores borrachos, las nuevas instrucciones paridas apresuradamente durante el verano, las peleas y reyertas callejeras, los jefes, los que conducen sin el permiso de conducir, los mandos intermedios, los delincuentes habituales, los despistados que no saben qué tienen que hacer cuando adquieren el papel de implicados, las botellonas de los fines de semana, las mujeres maltratadas dispuestas a denunciar a sus parejas, los vendedores ambulantes no autorizados, los cabreados porque la grúa les ha retirado el vehículo, las parejas de las denunciantes, los niñatos, los políticos, los mercadillos del martes, los tocapelotas, aquellos que les gusta recordarte de qué y de quién depende tu sueldo, los mentirosos, los que solo buscan información, los que creen saber mucho más que tu de tu propio trabajo, los abogados…. en fin los ciudadanos.

Cuando llega este momento, según dicen numerosos estudios, a las consultas de los psicólogos y de los médicos en general suelen acudir un número creciente de personas presentando cuadros de nerviosismo, angustia, preocupación, transpiración excesiva, taquicardia, insomnio y, en algunos casos, incluso crisis de pánico. A mi siempre me ha parecido que los estudios que indican y ofrecen este tipo de resultados son un poco exagerados, aún cuando, si es cierto que volver siempre supone un aumento del nerviosismo y de la angustia, quizás no por lo que vas a tener que afrontar, sino por el tiempo perdido, por ese periodo que no has sabido aprovechar de la forma que, probablemente, habías proyectado.

Cuando el trabajo que realizas no está suficientemente valorado, ni por jefes ni por ciudadanos, esos efectos colaterales de la terminación de los días de descanso probablemente se incrementen y se agudicen.

En cualquier caso, a Q no lo volveré a ver hasta que finalice el verano.