Archivo diario: 5-enero-2011

EL ARRASTRE DE LATAS

Todos los niños esperábamos con impaciencia la llegada del día 5 de enero. En los días previos, e incluso en la misma mañana del día 5, nos dedicábamos a buscar y recopilar cualquier tipo de envase de lata, saqueábamos recipientes de basura, hurgábamos en las escombreras o en cualquier lugar en el que fuera posible encontrar algún envase tirado y procurábamos hacernos con cualquier olla o cacerola que hubiera quedado en desuso. El mejor trofeo era conseguir las latas o los recipientes más grandes, porque el ruido que hacían al ser arrastrados también era mayor. Con alguna puntilla o con cualquier otro objeto punzante abríamos un agujero en el fondo de la lata y las ensartábamos con una cuerda formando una ristra, de mayor o menor longitud dependiendo de la suerte que hubieras tenido en tu búsqueda, y con ella nos lanzábamos corriendo por las calles tratando de hacer el mayor ruido posible. Cientos de niños corríamos como locos de un lado a otro, unos persiguiéndose y otros cruzándose. La intención, al menos eso era lo que todos los chiquillos pretendíamos, era hacer mucho ruido para que los Reyes Magos supieran que estábamos allí y que queríamos que al día siguiente nos trajeran todos los regalos que habíamos pedido. El arrastre terminaba de forma espontánea, tal y como había empezado, eso si agotados y llenos de ilusión. Los adultos solían mantenerse al margen de toda esta actividad infantil e incluso algunos tuvimos que soportar más de una regañina por el ruido y las molestias que causábamos a los vecinos.

Al hacernos mayores íbamos abandonando el arrastre, pero la tradición se fue manteniendo año tras año con las nuevas generaciones, aunque, quizás debido a la modificación de las formas de vida y el desarrollo del consumismo, cada vez eran menos los niños que retomaban cada año sus latas y el arrastre. No llegó a perderse totalmente, pero durante algunos años a penas si se oía el cansino ruido del arrastre.

A finales de los años 90, gracias a la iniciativa de una asociación de vecinos, se volvió a retomar la vieja costumbre, pero esta vez organizado por adultos que, posiblemente con cierta nostalgia, echaban de menos el ruido previo al día de Reyes. La idea caló y el Ayuntamiento se encargó de organizar esta celebración, diseñando recorridos y organizando actuaciones, concursos y entregas de regalos y premios. . Hoy la celebración del día de las latas es multitudinaria, miles de niños acompañados por sus padres acuden a la cita anual y realizan el recorrido marcado que suele terminar en el «Llano Amarillo», junto a la dársena del puerto, donde se produce el encuentro con los Reyes que visitan la ciudad.

Cuentan que esta costumbre es singular y única en España y que cuenta con más de un siglo de antigüedad y poco a poco se ha ido extendiendo a otras poblaciones de la comarca. El arrastre de latas se ha ido llenando de mitos y leyendas sobre su origen. Se ha extendido la leyenda de que con el ruido, los niños lo que trataban era de llamar la atención de los Reyes para que visitaran sus casas y no se perdieran en la niebla creada por «El Gigante de Botafuegos». Esta leyenda no responde a la tradición sino que, como explica Juan Ignacio Pérez Palomares, tuvo su origen en un cuento basado en elementos de tradición oral que él mismo se encargó de recopilar, escribir y publicar. Su origen real podría estar en un momento de penuria económica, en el que los padres no podían hacer frente a la compra de regalos y juguetes para sus hijos, y los niños en rebeldía hacían sonar las latas para llamar la atención y pedir que los Reyes no se olvidaran de ellos o bien podría estar en que los niños en vísperas de Reyes arrastraban sus viejos juguetes (en aquella época normalmente de latón) para que los Reyes les trajeran otros nuevos y que sustituyeran a los ya viejos y estropeados.